martes, 20 de septiembre de 2016

Una muestra de color. Segunda clase.

Hoy ha sido un día curioso, sobre todo con respecto a esta asignatura de análisis, tan bien como dice su nombre, del color.
Al entrar por la puerta de clase, vi un muestrario de utensilios y herramientas colocados en torno a un conjunto de botecitos de nueve tipos de color distintos, los acrílicos. Me senté sorprendida, y comencé a disfrutar de lo que me iba a resultar una clase muy gratificante.

Sinceramente esperaba una clase más teórica, pero para mi sorpresa, fue todo lo contrario.
Con ello no quiero decir que no expusiera teoría, pero como bien dice la palabra, nos mostró la teoría a nivel práctico. Una forma de enseñanza que no solo me resulta muy útil, si no que, a mi parecer, muestra un mayor contacto con lo que estamos estudiando.
La enseñanza tradicional y grotesca de donde venimos, nos hace memorizar datos que podrían resultarnos útiles en otro contexto, pero que al intentar aprenderlos de forma tan compacta para el examen, tienen cierta tendencia a olvidarse. Para aprender una serie de contenidos, se deben de llevar a la práctica, se deben de vivir. Y hoy por hoy, pienso que siempre se me quedará reflejado este bonito y didáctico experimento de mezclas.

La profesora comenzó preguntando si conocíamos cuales eran los colores básicos; el rojo, el amarillo y el azul. Tras esta breve incisión, continuó explicando como los diferentes tipos de técnicas de pintura, eran una mezcla de pigmento con un aglutinante. Nos explicó como hacer temple al huevo en casa, con la simple yema de un huevo y una cierta cantidad del pigmento del color que le quisiéramos añadir.
Aprendí también que el oleo es la mezcla de pigmento con aceite de linaza, que las acuarelas están aglutinadas con goma arábiga, y que los acrílicos estaban aglutinados con acetato de polivinilo. El último nombre verdaderamente sencillo de memorizar.

Prosiguió la clase comentando que, en una paleta, hay más colores que deberían de sernos esenciales a la hora de pintar, como bien son; el verde esmeralda, el amarillo limón, el azul ultramar, el rojo carmín o el tierra de sevilla. También nos reveló los nombres de los colores básicos, el amarillo cadmio, el azul ceruleo y el rojo cadmio. Justo después, comenzó la parte más interesante, las mezclas.
Me producía gran satisfacción ver mezclarse aquellos cremosos colores y transformarse mágicamente en otros distintos. A la vez que atendía, mi cabeza tendía a disfrutar divagando sobre el cuándo y el como iba a ponerlos en práctica. Pero esto era lo que me provocaba más ansia de conocimiento sobre aquellas interesantes mezclas.
Imaginaba los paisajes maravillosos que crearía, quizás unos bosques llenos de verde o una maravillosa puesta de sol sobre el mar, haciendo conectar los tonos anaranjados con los azules. O quizás algo más subjetivo como puede ser una simple vibración de colores con objeto de transmitir un mensaje... Apasionante.
Esta es quizás una de las mayores razones por las que soy una apasionada del arte, por lo que estoy comenzando a disfrutar esta carrera.
Me fascina esa capacidad que tiene una imagen, ya sea por sus colores, texturas, por sus trazos o por su simple subjetividad, de transmitirnos un mensaje, una emoción, un pensamiento. El sentimiento de un artista dirigido a miles de personas que podrían emocionarse por una simple mezcla de colores.

Dejando atrás la cursilería, me muestro muy contenta con esta asignatura. No solo con el contenído o la estructuración de la evaluación, si no con la forma de dar clase de la profesora. A la cual se ve que le apasiona, y la cual transmite gran parte de esa pasión a sus alumnos.

Aquí dejo la paleta resultado de las mezclas hechas por la profesora en clase, y esa mezcla final de todos los colores. Una obra de arte.








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