jueves, 15 de septiembre de 2016

Saber hablar, saber estar, saber exponer. Primera clase.

Comenzó la clase con la frase del día; "Un artista tiene que ser asequible al deshaliento". Algo que me hizo reflexionar bastante sobre mi misma, algo que sigue repercutiendo a día de hoy, retumbando en mi cabeza desde entonces su símil, "cree en ti misma".
Alejándome ya de aquellos pensamientos, la profesora comenzó a dar la primera clase. Para mi sorpresa, nos explicó las bases de un discurso. Sin duda, algo que encuentro verdaderamente interesante, por esa necesidad de expresarnos que tenemos las personas.

Antes de comenzar, nos propuso un ejercicio libre para aquellos voluntarios que se vieran capaces de realizarlo. Nos propuso salir a dar un discurso, sin saber ni el tema, ni como llevarlo a cabo.
Esto por una parte me pareció una gran idea, puesto que sería una forma de quitarme la vergüenza a base de práctica, y de darme a conocer entre mis compañeros. Pero desgraciadamente, llegó la otra parte del dilema, esas miradas clavadas fijamente en mi.
Salimos dos chicas y yo, iniciando el primer intento mi compañera Alba. El tema era la escultura.
Esta comenzó a reírse de forma bastante desvergonzada, y al cabo de unos segundos comenzaron todos a reír con ella. Esto al principio me pareció bastante cómico y absurdo, como si estuviéramos en la cafetería, como si dar un discurso no fuera un ejercicio de seriedad. Pero más tarde me di cuenta de que no estaba completamente en lo cierto. El objetivo es el transmitir un mensaje, mientras se mantiene un cierto contacto con el público.

El caso es, que al cabo de un rato de exponer sus ideas y argumentos sobre el tema, me tocaba a mi.
Ella no tuvo miedo de explayarse, se sentía segura frente al público. Yo al contrario, no puedo decir lo mismo. En mi cabeza estaban todos los argumentos, lo iba a exponer de manera ordenada, junto con una pequeña introducción, una conclusión y una despedida. Todo marchaba bien, hasta que noté que mi postura no era adecuada, que me temblaban las piernas, que estaba rodeada de miradas furtivas esperando comerme... Todo ello junto al deshaliento de no creer en mi misma en situaciones difíciles. Me quedé totalmente en blanco, me agobié, y lo único que ocupaba mi mente eran las ganas que tenía de volver a sentarme.


Tras ese pequeño ridículo, la profesora comenzó a explicar de que factores se componía un discurso. Tras comprenderlo, me di cuenta de que no había mayor dificultad, estaba todo ya pensado para la situación. Las claves que nos proporcionó fueron tres; la comunicación no verbal, la dicción y la organización del discurso. Una breve presentación, un resumen de lo que voy a hablar, el trabajo desarrollado, las conclusiones, el agradecimiento al público, el volumen de voz y elementos de comunicación no verbal como puede ser la postura, que transmita seguridad y tranquilidad, o la ropa.
Tras esta explicación, nos permitió volver a intentarlo. Con un mejor resultado, sin duda.


Esta clase me ha parecido de gran utilidad, puesto que saber dar un discurso es esencial tanto para una persona sencilla, como para aquellos universitarios que planeen sacarse el título. Pero no solo por ello, si no más a nivel personal. Tener seguridad en ti mismo es esencial, no derrumbarte y castigarte cuando haces algo mal, si no aprender de tus errores... "ser asequible al deshaliento".

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